Desarrollo del apego

El apego es el vínculo esencial para la protección y la seguridad necesaria de los seres humanos creado, en primer momento, por la familia. Forma parte del sistema familiar y es esencial para todos ellos. En el dicho sistema, se presentan diferentes vínculos así como, los surgidos entre los padres (con cierto grado de intimidad y pasión para los esposos), y los surgidos de los hijos/as con los padres (también posiblemente con los hermanos, abuelos u otros familiares).

"Es la relación especial que el niño establece con un número reducido de personas. Es el lazo afectivo que se forma entre él mismo y cada uno de estas personas, un lazo que le impulsa a buscar la proximidad y el contacto con ellas al mismo tiempo" (Ainsworth y Bell: 1970 p, 50).

A parir del primer año de vida, una vez establecido el vínculo, los niños van conquistando cierto grado de independencia gracias al desarrollo motor, verbal e intelectual. Este proceso exige readaptaciones continuas con ganancias y perdidas por ello va acompañado de deseos ambivalentes de avanzar y retroceder.

Se pueden diferenciar tres tipos de apego: el seguro, ansioso o ambivalente y el evitativo.

Las fases de protesta, ambivalencia y adaptación que siguen los niños/as cuando son separados de sus figuras de apego, demuestran que el sistema de apego sigue activo. Las situaciones y las circunstancias en que las que se produce la separación así como el tiempo, con quién y en qué lugar se quede el niño/a, serán aspectos que influirán en las dichas fases o tipos de apego. Así como las hospitalizaciones de los niños/as, los abandonos, y, en menor medida el ingreso en un centro escolar infantil, provocan comportamientos que nos permiten observar el efecto de las separaciones que los niños/as perciben como amenazas.

La fase de protesta, comienza normalmente cuando los niños/as toman consciencia de que se quedan solos y se puede acabar en varias horas o durar hasta una semana; de ambivalencia, cuando su comportamiento de desapego porque ha perdido la esperanza de reencontrar las figuras de apego pero sigue deprimido por su ausencia; de adaptación, cuando si la separación se prolonga, el niño/a acaba adaptándose a la nueva situación, superando su ansiedad y reestableciendo nuevos vínculos afectivos cuando quienes lo cuidan le ofrecen un repertorio de conductas adecuado
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